Parc
National des Écrins.
Realizado los días
24-25-26 de Mayo de 2014.
Estos días iban a ser
de lo más tranquilo, pues tenía unos compromisos que atender, y mis compañeros en
teoría iban a Pirineos a intentar hacer la Norte del Perdido, pero la meteorología
para ese fin de semana en Pirineos no es buena, y no tiene la pinta de que
mejore. Entonces Ernest propone de ir a Alpes, la meteorología es algo mejor, a
Vane y Nuria les hace la idea y me comentan de irme con ellos, y ni corto ni
perezoso no me lo pienso mucho, y me enfrasco en la aventura de hacer un viaje
relámpago a Alpes, lugar al que nunca había visitado y tenía unas ganas
inmensas de estrenarme en estos lugares.
El lugar elegido es el
Macizo des Écrins en los Alpes Delfinados, formando éste el Parc National des
Écrins, e intentar subir el techo de éste, la Barre des Écrins 4.102metros y
sus dos cimas vecinas: el Pic Lory 4.088metros, considerada la antecima de la
Barre (no incluida en la lista de los 4.000 principales, pero si como
secundaria) y la Dôme de Neig des Écrins 4.015metros. Casualmente este año se
conmemora el 150 aniversario de la primera ascensión a la Barre des Écrins, que
se realizó el 25 de junio 1864, por los alpinistas Ingleses, A.W.Moore, Horace
Walker y Edward Whymper y los guías Michael Croz (Francés) y Christian Almer (Suizo).
Salimos de Barcelona la
madrugada del viernes al sábado muy temprano. A las 2:30 am., tenemos todas las
mochilas cargadas en el coche y preparados para salir hacia los Alpes, por
delante nos quedan casi 750km. y 8 horas de viaje. Nos dirigimos a la población
de Pelvoux, llegados a ésta la pasamos de largo y seguimos hasta el pequeño
pueblo de Ailefroide, que también hay que pasar hasta llegar al final del
valle, hasta que acaba la carretera y encontramos la zona donde dejaremos el
vehículo. En el aparcamiento nos acabamos de preparar, al poco rato nos ponemos
en marcha.
Nos lo tomamos con calma, ya que tenemos unas cuantas horas de
camino y unos cuantos metros de desnivel. Desde el coche se ve la cabecera del
Glacier Blanc y a unos centenares de metros tenemos el Refuge Cezanne
(1.874metros). Nos dirigimos hacia el NO como si fuéramos a adentrarnos al Glacier
Noir, pero cambiamos el rumbo hacia el N, subiendo por un serpenteante camino
que te lleva hacia el Refuge du Glacier Blanc. Disfrutamos de las vistas que tenemos
hacia la morrena del Glacier Noir, como el Monte Pelvoux y al lado de éste,
podemos contemplar el Glacier des Violettes ou Veyro, que parece que en un momento
u otro se va a desprender de la roca. Continuamos nuestro camino hacia el
Refuge du Glacier Blanc (2.542m.) donde aprovechamos a comer e hidratarnos un
poco. Después de un merecido descansillo, nos ponemos otra vez en marcha para
ir poco a poco adentrándonos en el Glacier Blanc. Justo donde empieza el glaciar
nos paramos a colocarnos los crampones y decidimos si ir encordados o no. La
decisión es que iremos cada uno a su ritmo pero intentando de dejar espacios
entre nosotros. Subimos por la parte derecha del glaciar, siguiendo la huella
que han dejado los esquiadores, que también suben hacia el Refuge des Écrins. Ascendemos
por el glaciar mientras el primero de los 4.000’ la Dôme de Neig des Écrins se
asoma ante nuestros ojos, es una cima cubierta de nieve y hielo. Seguimos
caminado y a la izquierda de la Dôme aparece la Brèche Lory, el principio de la
arista por la que queremos subir, el Pic Lory y finalmente se muestra la Barre
des Écrins. La vista me deja impresionado, mi primera visita a Alpes está
siendo espectacular. Llegamos al Refuge des Écrins (3.170m.) justo en el
momento en el que empezaban a servir la cena, avisamos que acabamos de llegar y
mientas nos estamos cambiando, el guarda amablemente nos insiste en que nos
sentemos a cenar, pues hay un par de alpinistas que les toca compartir la cena
con nosotros, y que ya acabaremos después. La cena está bastante bien, se
compone de: primero una sopa de verduras trituradas, de segundo arroz con pollo
y manzana al curri, de postre un yogurt buenísimo y un trozo de queso. El
guarda nos propone desayunar a las 5:00 am., nos parece un poco tarde, y
hablamos entre nosotros de que hacer y decidimos que aprovecharemos que unos
italianos desayunaran a las 4:30am., para intentar desayunar nosotros también.
Una noche donde duermo espectacularmente bien, incluso hay momentos en los que
creo que paso calor.
Las 4:00 de la mañana,
suena el despertador y toca levantarse para ponerse las pilas y salir lo antes
posible. En la habitación dejamos lo que no vamos a utilizar en la ascensión y
bajamos a desayunar. El desayuno es self-service, yo tomo zumo de naranja, café
con leche, tostadas con mantequilla y mermelada, y algo de bollería. Al final
entre una cosa y otra casi salimos los últimos del refugio. Son casi las 6:00am
cuando nos ponemos en marcha hacia nuestro objetivo, yo tengo asumido y creo
que mis compañeros también, que la Barre des Écrins no la subiremos, la
meteorología no es muy buena, y se volverá peor a partir de las 12:00 (según el
guarda). Pero intentaremos por todos los medios subir al Dôme y al menos
sobrepasar la barrera de los 4.000 metros. El día anterior ya nos dimos cuenta
que la nieve estaba blanda, que te hundías bastante en cada pisada y
esperábamos que el día de cumbre estuviera un poco más dura, la mala suerte nos
acompaña pues la nieve durante la noche no se endurecido lo suficiente y con el
paso del día se irá ablandando aun más. Seguimos la trazada de los esquís,
para no hundirnos tanto. La visión de los esquiadores empezando a subir al lado
de los seracs, es impresionante, parecen hormigas. Llegamos a la base de la
pared en poco más de una hora. Decidimos salirnos de la traza de los esquís y
subir por una zona donde ha habido una avalancha de seracs, donde la nieve está
más compacta y dura, aquí no te hundes y la progresión es más fácil. Mientras
subimos por este tramo, corremos el peligro de que puedan caer bloques de hielo
y no son precisamente pequeños, por horario no les toca, pero nunca se sabe lo
que puede ocurrir en la montaña. Salimos de la zona de seracs y nuestro avance
se ve frenado por culpa de la nieve, nos hundimos con cada pisada. Vamos
haciendo relevos para ir abriendo huella, pero es duro tener que abrir y estar
hundiéndote por la rodilla, incluso a veces llegando a sobrepasar ésta. El
tiempo lleva rato empeorando, se nos va tapando las vistas hacia la cima y
dudamos de seguir o no. Aprovechamos para parar y encordarnos ya que empezamos
a ver grietas y preferimos no jugárnosla tanto, hacemos dos cordadas, Vane y
Ernest harán una, mientras que Nuria y Yo seremos la segunda. Ernest y Vane son
los que tiran primeros y a una cierta distancia nosotros. No caminaremos mucho
encordados pues baja un esquiador al que le preguntamos, ¿qué tal esta por
arriba? Y éste nos dice que el tiempo empeora, que arriba no se ve nada y que
lo mejor es bajar. Nos miramos entre nosotros, pero todos lo tenemos claro, no
nos la vamos a jugar por una montaña, que no se va a mover de su sitio y que
podemos venir cuando queramos y la economía nos lo permita. Así que a los 3.681
metros decidimos volver al refugio. La retirada no nos quita la sonrisa de la
cara, uno sabe lo que se juega cuando va a la montaña, y aquí venimos a
disfrutar y no a dejarnos la vida. El retorno al refugio nos lo tomamos con
tranquilidad, disfrutando del paraje, haciendo fotos y hablando unos con otros.
Al llegar al refugio comemos muchos de los víveres que llevamos: frutos secos,
fuet, queso, barritas energéticas, chocolate, etc., además de tomarnos la
cerveza de rigor (elegí mala cerveza), después de un buen picoteo fuimos a
descansar un rato, una siesta de más de dos horas. A levantarnos nos toco la
cena, que esta noche la compartiríamos con el otro grupo de catalanes (somos
los únicos en el refugio), que casualmente uno de ellos amigo de Ernest. La
cena de esa noche se componía de: la misma sopa de verduras de la noche anterior,
de segundo estofado con sémola (muy bueno), de postre un bizcocho y otro trozo
de queso. También aprovechamos para celebrar el cumpleaños de Ernest.
¡¡FELICIDADES!! (realmente es a lo que veníamos, la montaña era un pretexto).
Mi amigo el despertador,
vuelve a sonar a las 6:00 de la mañana, como no tengo mucha prisa por
levantarme, me hago el remolón en la cama un rato. Sin prisa bajamos a
desayunar, un buen desayuno, muy parecido al del día anterior. Después de llenarnos el estomago volvemos a la habitación
para acabar de preparar la mochila y así iniciar el descenso hacia el coche. El
día está bastante tapado, esperemos que nos escapemos de la posible lluvia en
el valle. Nos tomamos el descenso con calma (si por mi fuera me quedaba unos
cuantos días más disfrutando del lugar). La nevada del día anterior se hace
notar, pues el Refuge du Glacier Blanc, no está como hace dos días, tiene algo
más de nieve, los crampones los llevamos puestos bastante más debajo del
Glacier Blanc, por toda la nieve que hay. Una vez en el camino que serpentea
nos quitamos los crampones, vamos muy tranquilos y entreteniéndonos para hacer
fotos a las flores, a los rebecos; a la altura del Refuge Cezanne nos
encontramos con unas cuantas marmotas, donde me divierto con ellas haciéndole
fotos, después de un buen rato fotografiando a éstas, decido irme al coche ya
que me están esperando, encima las llaves de éste las tengo yo y no pueden
cambiarse.
El retorno a Barcelona
se hace largo y pesado, como se nota que volvemos en día laborable y con la luz
del Sol. Unos días memorables, unos compañeros de aventura excelentes, una zona
preciosa a la que me encantaría volver, para poder hacer muchas más cosas por
la zona y volver a intentar subir a la Barre des Écrins.
Dicen, que la cima de
una montaña es la guinda de pastel, en este viaje no pudimos comernos la
guinda, pero nos comimos el pastel entero y bien bañado en nata. Muchas gracias
a mis tres compañeros por darme la oportunidad de ir a Alpes. Gracias Ernest,
Vane y Nuria.
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